Mi amor eterno

Por: T. Morales Orozco

Sentada en la terraza mirando el mar y con música de fondo de #MercedesSosa, «Solo le pido a Dios», que tanto te gusta como a mí, te escribo estas líneas.

En la distancia, dejame expresarte unas cuantas palabras. A vos, mujer de colochos negros, piel canela, ojos impresionantemente expresivos -de una típica hindú- con convicciones muy claras y con esa sonrisa que contagia, quiero decirte que me siento orgullosa que seas mi mamá.

Sentadas en el Mirador de Catarina, Masaya. Nicaragua. Cansadas después de una caminata

Vuelvo a ver atrás. Soy niña y te veo haciendo radio o escribiendo para un periódico. Me encanta acompañarte a tu trabajo, me quedo maravillada cuando hablas por el micrófono con tanta fluidez. En mi interior me pregunto cómo haces para decir tantas cosas, a través de esa voz ronca y sonora, un caudal de energía que dilapida a cualquiera. Ecuánime, crítica, clara, directa, concisa rebelde, esa es tu esencia de ser. Cualidades que me marcaron tanto, que me aventuré a ser periodista, como vos.

¿Te acordás que muchos te decían que no me dejaras estudiar la profesión? Siempre me dejaste ser. Me diste una educación nada convencional igual que al resto de tus hijas e hijo. Has sido super abierta en muchos temas que para otras personas no resulta ser tan fácil. A veces demasiado, diría yo pero eso es lo que te hace única.

Al frente del micrófono haciendo Onda Local. Todos los viernes ¡intento escucharte!

Te admiro por ser consecuente con tus ideas. Intachable en tus acciones, que algunos/as han intentado osar en descalificarte por no pensar igual. Muchos te tildan ser de «derecha», que triste es olvidarse de la historia. Por ejemplo, cuando embarazada manejabas un jeep, en el primer escalón de la defensa, entre Puerto Cabezas y Waspam, en 1982, para cumplir una misión de dirigente del Comité Regional del FSLN en Zelaya Norte, segunda al mando del Comandante Guerrillero William Ramírez.

Bertolt Brech dijo que las personas que luchan toda la vida, son las imprescindibles. Y vos sos una de esas. Sin derramar una lágrima, quiero agradecerte infinitamente todos y cada uno de tus esfuerzos que has hecho por mí, Yaoska, Tininiska, Yarigni, Chiara y Lucía las dos enanas de la familia. Te doy las gracias por esos momentos en que tenías que hacerte omnipresente para estar en las reuniones del colegio. O cuando tenías que salir en carrera porque alguno de nosotros se había puesto enferma/o. Y cuando en los 90 te quedastes sin trabajo, pusistes una pequeña ventecita en el garaje de la casa para que no dejáramos de estudiar. ¡Cómo voy a olvidar eso!.

Con unos añitos menos. ¡Guapísima!

A vos, mamá mujer de carácter fuerte, vigorosa, decidida y solidaria; te agradezco esa lucha incansable por defender los derechos humanos de las mujeres y la niñez nicaragüense. Te respeto mucho. Me gusta como sos y aunque no sos perfecta, con tus defectos, así te quiero igual.

He crecido y madurado, y me doy cuenta, a través de las dichas y desdichas de la vida, sos la mejor mi mamá que tanto amo. Ya no soy la niña aquella caprichosa que quería ir a la fiesta con tus amigos porque sino tocaría con un palo el cable de la luz. ¿Qué más te puedo pedir? Activista, inteligente, periodista, feminista, hija, hermana, mamá, abuela, amiga. He aprendido en el camino de la vida que no es fácil ser todo esto que sos. Solo espero no haberte defraudado nunca. Y si lo hice, te pido disculpas.

Me despido con una canción que tanto nos gusta. Mercedes Sosa dice: «Si se calla el cantor, calla la vida, porque la vida, la vida misma es todo un canto». ¡No calles nunca! Sos esperanza, genialidad, luz y alegría.