- Colombiana. Dueña de la cafetería Santa Bárbara
Mirna Velásquez S.
Es la hora del almuerzo. Entro en el local, pregunto por la dueña del negocio y una muchacha de lindos ojos y sonrisa invitante, va a buscarla. Mientras, me siento en una esquina del lugar y tomo un «postobon» que sabe a manzana (bebida colombiana). Observo a mi alrededor y noto un ambiente familiar, de confianza, relajado, de gente que se conoce entre sí, y sin etiquetas. Estoy en la cafetería Santa Bárbara, de Gloria Jurado, una colombiana emprendedora que hace diecisiete años llegó, para quedarse, a Las Palmas de Gran Canaria, España.
En segundo plano se escuchan los sonidos inconfundibles que provienen de la cocina. Después de un rato, sale, apurada, pero con el aspecto de tener todo bajo control allá dentro, en la cocina. Su presencia y su sonrisa me dicen que ella es el alma del lugar. Después de un rato de charla, percibo que lleva dentro de sí esa garra de emprendedora, de luchadora incansable. Parece estar hecha de esa materia femenina que persiste ante las adversidades para ir tras el objetivo del éxito personal y familiar.
Me habla de su vida con tanta confianza y naturalidad que me recuerda el carácter abierto de los latinoamericanos. Dice que llegó sin saber nada de hostelería y que ha ido aprendiendo en el camino. Pero su escuela realmente inició en Colombia, al lado de su padre, un hombre de negocios exitosos en Bucaramanga, en el departamento colombiano de Santander. No sabe explicar exactamente por qué renunció a una vida estable y cómoda en su país, para probar suerte trabajando en el extranjero. Creo que la respuesta está en su insaciable curiosidad, su espíritu de cambio y su necesidad de volar con sus propias alas. Bueno, hay que añadir que la separación del padre de sus primeros dos hijos, fue un gran empujón para decidir salir.
La cafetería es su tercer negocio. Antes tuvo dos restaurantes. El primero duró cinco años y el segundo otros cuatro. Recuerda que, cuando empezó, junto a su entonces segunda pareja, buscaron las mil y una maneras, para conseguir 32 mil euros y montaron el primer restaurante. El resto vino solo, a punta de empeño y esfuerzo. En tan sólo un año pagaron la deuda. Pero luego, con la crisis en España, la situación cambió. Cambió también su situación amorosa y optó por independizarse. Montó su propia cafetería, un negocio familiar que ya lleva dos años y medio.
Su familia es fundamental en este trayecto de vida. Su madre viene, por temporadas, a echarle una mano. Su segundo hijo y su nuera trabajan con ella. Gloria está en pie desde que se levanta hasta que anochece. Descansa una horita cada día. Es esclava de su trabajo, como tod@s l@s emprendedor@s. No hay día libre. Su vida es su negocio. A pesar de sus años cansados, está contenta, es optimista, le echa ganas a su cafetería y su espíritu de lucha es elocuente.
Su historia es como la de tantas madres migrantes. Llegan, llenas de ilusiones, se quedan a trabajar “sin papeles”, ahorran, mandan a traer a sus hijos que se han quedado en manos de la abuela y, de ahí la vida se les vuelve más ajetreada. Gloria es de esas personas que se toma la vida a como viene, sin tanto dramatismo. Su fortuna es su empeño. Prácticamente ha mantenido y criado a sus cuatro hijos ella sola. La ayuda de parte de los padres de sus hijos ha sido pírrica.”¿De qué valen 150 euros de manutención?”, pregunta.
Mientras hablo con Gloria reflexiono sobre el concepto equivocado de heroínas y héroes. Hoy en día, un acto heroico es saltar de la cama, cada mañana, cuando los pies te piden a gritos: ¡pausa! y sigues por lealtad a ti misma y a tu familia. Acto heroico es no girar la cara para ver de frente a los problemas, empujada por esa energía indescriptible que te da el amor a tus hijos. Acto heroico es que una madre -como ella- renuncie a estar con su padre, a quien tanto admira, para asegurar el futuro de sus hijos, en éste lado del mundo.
Me despido de Gloria con un par de besos, la abrazo y deseo que le vaya más que bien. Me voy con ganas de que pueda ver a sus hijos realizados e independientes. Con ganas de que pueda cumplir su meta de trabajar nueve años más en la hostelería, para dejar las jornadas inhumanas y empiece a disfrutar la vida desde otra perspectiva, cuando lleguen sus 50 años. Por cierto, Gloria, estaba riquísimo el plato que probé. Y el toque de la arepa fue inesperado y delicioso. ¡Hasta la próxima!
No veo ningún link o entrada para el video.
Me gustaMe gusta
Emilia, intenta con éste link, a ver..y me comentas, por favor, si sigues teniendo problemas.
Me gustaMe gusta
Muy interesantes historias de vida…y vos mirna amiga estas guapisima!
Me gustaLe gusta a 1 persona
Gracias Sarah Lynn. Es un gustazo que dejes un comentario en el blog. Y gracias por lo de linda…;-) Abrazos inmensos
Mirna
Me gustaMe gusta
Que interesante la historia de Gloria. Asi somos la Latinas Guerreras por naturaleza, no no dejamos vencer por las adversidades, al contrario nos da fuerzas para seguir adelante.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Definitivamente esa es una de las grandes cualidades de las mujeres latinoamericanas. Esa fuerza interior es admirable. Me atrevería a decir que es algo que nuestras madres y abuelas nos han enseñado. Saludos Marisol. Mirna
Me gustaMe gusta
felicitándola prima y deseándole mucha suerte en sus actividades diarias ese mute santanderiano y no me diga el mondongo como estaba delicioso esa carne oriada definitiva mente con todo el sabor de nuestra tierra en el procsimo viaje degustare mas éxitos
.
Me gustaLe gusta a 1 persona
De acuerdo. la cuchara de Gloria tiene algo especial. Ese sabor santanderiano es único y cuando te llevas a la boca uno de sus platos, vuelas. Gracias José Luis Jerez. Saludos desde Canarias.
Me gustaMe gusta