Emigrar es currículum

Por Mirna Velásquez S.

Me veo. Echada en la hamaca, con el Atlántico en mis narices y pienso en lo raro que es estar aquí, en un lugar que jamás me interesó ni planeé conocer. Pienso en lo raro y a la vez misterioso de estar en un lugar donde no tengo raíces, donde mi historia es breve, donde nadie sabe más que mi presente.

Me veo. Y veo en mi la nueva persona que soy, una suma de culturas, de aciertos, de desaciertos, de lo que he construido y sigo construyendo. Y ato cabos. Y pienso en la gente que deja su país por amor, o porque su país no les llena. Como yo. Nunca imaginé vivir en otro país que no fuese Nicaragua porque lo amo con locura, pero mi hambre de más mundo, mi necesidad de crecimiento, de búsqueda, ha sido más fuerte que todo. Emigrar fue mi mejor decisión y la más difícil.

Foto: M. Velásquez

En éste instante, revivo mi travesía de Managua al norte de Italia, a donde aprendí a conocer una cultura por su gastronomía tan infinita, perfeccionista, precisa. Recuerdo mi paso por L’osterìa del Gatto, el restaurante de Valmorea donde -trabajando como mesera- me codeé con el arte de la alta cocina y el profesionalismo. O el bar La Piazza, di Ronago, donde aprendí a hablar italiano con los jubilados, que a mitad de la mañana se tomaban el bianco sporco; y algo que tiene mérito: aprendí a hacer el capuccino con la rigurosidad de los italianos. Y viviendo tan cerca de Suiza aprendí a ser puntual.

Poco después mi esposo y yo llegamos a Gran Canaria para emprender. Empezamos un negocio propio cuando Europa estaba zambullida en plena crisis y hemos salido adelante. He aprendido de leyes, de reformas, de administración. He puesto a prueba mi paciencia, mi humildad y mis habilidades. Y sigo aprendiendo. Y sigo haciendo currículum.

Y en ésta hamaca tomo conciencia de mi nueva vida, de mi nueva libertad, de la tranquilidad que me da pasear sola por la calle, sin miedo a nada. Y con ésta paz que me abraza, pienso: emigrar no debe ser motivo de vergüenza, ni que te vean con ojos de lástima, no tiene por qué ser negativo, -aunque los medios de comunicación se empeñen en presentar la cara más triste del migrante-. Todos tenemos derecho al cambio, a perseguir los sueños donde sea. No es sólo una cuestión de pobreza y desempleo. Es también una cuestión humana, es un derecho, es una cuestión de valentía, de dejar lo seguro por lo incierto. O viceversa. Es una búsqueda. Un viaje en su sentido más amplio.