De periodista a lavaplatos

Guardo mis títulos como un tesoro, sabiendo que mis conocimientos están guardados dentro de mi. Son una parte de mis cimientos. Foto: M. Velásquez

Por Mirna Velásquez S.

El espejo refleja los pequeños músculos de mis antebrazos delgados, las venas robustecidas de mis manos, mi espalda adolorida, mis pies inflamados y las ojeras acentuadas en mi rostro. Son días de ajetreo, de horas sin pausa, de abundante agua en el grifo, de manos jabonosas y muchos platos para fregar. Muchos.

Atrás quedaron mis horas de oficina, de tecleo, de computadoras, de escritorio, de entrevistas, de trajín, de ver y oír noticias a cada momento. Atrás quedaron mis amigos, mis amigas, mis charlas de periodismo, mis turnos de fin de semana en una sala de redacción, mis crónicas, mi adrenalina por la noticia, la intensidad de la vida.

Mi nuevo círculo de amistades habla de nuevas recetas de cocina descubiertas, del plan para vacacionar el próximo verano, la temporada de rebajas, el exquisito yogurt griego del supermercado, de las castañas del otoño, la dieta mediterránea o la preocupación por las actividades de vacaciones para los niños, las niñas. O de las infaltables previsiones del clima. Parecen banalidades, pero ésta es otra realidad.

Atrás dejé un país de oportunidades reservadas para pocos, un país que invirtió en mi educación sin ningún plan, un país que nunca terminó de recuperarse, -si es que acaso empezó-, un país que cada vez más se descapitaliza de recursos humanos y se llena de fanatismo/odio político; un país que merma su capacidad de desarrollo; un ‘grandioso’ país con gente que mes a mes espera con ansias las remesas; las que engrosan las cifras macroeconómicas y que tanto les gusta incluir en los informes de crecimiento económico a los funcionarios de turno del Banco Central de Nicaragua .

Entrevista: T.Morales

Soy una minúscula parte de esos 139 mil profesionales nicaragüenses que no vio perspectivas en décadas, esa masa que se supone somos “una pérdida dramática” para el país, pero que a nadie le importa, más que a nuestras familias; una masa de gente infravalorada que anda lavando platos, limpiando casas, cuidando ancianos y ancianas, barriendo calles, trabajando de guardias de seguridad y haciendo lo que sea en el extranjero. Eso sí, satisfechos por haberlo intentado.

Mi compis de blog, Tamara Morales Orozco. Periodista pilas puestas y todo terreno.

El talento anida donde sea y puede que mi país perdiera capital humano. Puede, incluso, que me perdiera a mi. Pero yo, gané. Gané seguridad, paz, tranquilidad, nuevos conocimientos, calidad de vida y, sobre todo, me gané a mi misma. Soy más que la periodista de hace unos años. Soy más que una lavaplatos profesional. Soy alguien que se reinventa cada día. Y como yo los habrá miles, reinventándose para ser alguien más.  Y, aunque no lo parezca, la globalización tiene su parte buena, puede que un día, incierto, llegue para que dejemos de ser sólo cifras, que podamos aportar algo más que divisas desde donde quiera que estemos, si es que ya no lo estamos haciendo.

Foto y diseño: M. Velásquez