«Nunca es tarde para superarse»

Por Tamara Morales Orozco

La conocí en un posgrado sobre periodismo radiofónico el año pasado. Éramos las únicas extranjeras. Es de Lima, Perú y lo que nos acercó, creo yo, fue el saber que éramos latinas. Su historia no ha sido color de rosa sino todo lo contrario.

Nos citamos el sábado por la tarde en una cafetería a eso de las 5:30, para darle tiempo de llegar a su casa, arreglarse y comer algo. Salía de trabajar -doce o una del mediodía- como interna toda la semana. «Muy pocas horas de descanso», dice, pero no se puede arriesgar a perder lo que tiene.

Foto: T. Morales Orozco

Su nombre es Edith Aurora Gálvez Abad, periodista de profesión, fue profesora de comunicación en la Universidad Daniel Alcides Carrión de Cerro de Pasco y también en el Instituto Nacional de Diseño en Lima.

Salió de Lima hace ya trece años con la intención de mejorar la situación económica de su familia y sus aspiraciones académicas. Su primera parada fue en Alemania en donde estuvo solamente mes y medio. La dificultad del idioma y no encontrar un trabajo rápidamente la hizo moverse a España, por compartir algunas características culturales como el idioma o la religión.

Hoy se dedica a otra cosa, cuida a una señora con demencia senil, como interna. Soltera, sin hijos y de una estatura aproximadamente de 1,55 metros. Aún conserva ese acento característico de l@s peruan@s. Su ojos no esconden el cansancio. En general el trabajo en servicio doméstico puede conducir al aislamiento, sobre todo, si se trabaja como interna. Supone un desgaste físico, psíquico y emocional. Y en el caso de Edith, tener una cualificación profesional le resulta aún más frustrante. Ha encontrado en una iglesia cristiana evangélica una salida espiritual para reencontrarse a ella misma.

Si quería trabajar de cara al público no podía por no tener «los papeles». Muchas mujeres venimos solas, bien porque somos solteras, separadas o cabezas de familias.

Foto: T. Morales Orozco

El calor de sus padres aún lo echa de menos. No volvió a verlos desde que salió de Lima. Escuchar la voz por el hilo telefónico de un cybercafé, dice que «era como hacer todas las comidas del día, me daba fuerzas y energías para continuar».

Su finalidad siempre fue enviar dinero a sus padres y formarse. “Pensaba hacer un máster en periodismo, en comunicación y trabajar. Venía a estudiar”, comenta. Pero sus aspiraciones se truncaron cuando se estrelló contra la realidad. No podía compaginar trabajo y estudios por un lado; y por el otro, la muerte de su madre, primero, y tres días después la de su padre, la fulminó. Cuando buscas un cambio en tu vida sabes que renuncias a muchas cosas. Edith no vio morir a sus padres. No los vio nunca más desde que salió y tampoco pudo despedirse.

Foto: T. Morales Orozco

Ocho años después se enfrentó al dolor y cuando lo menciona, lo dice un poco cabizbaja. «Tenía que enfrentarme, tenía que sanar mi alma…no lloré ni nada, mi herida estaba curada y tuve el valor de ir a la tumba de mi madre”, recuerda. Y a pesar de todo ella siente que la vida le ha tratado bien. Mal no se siente. ¿Quejarse?. Tampoco. La pérdida de sus padres ha sido lo más fuerte que ha afrontado.

Pero la soledad no pudo con ella. Hizo cursos de atención a personas mayores con ayuda a domicilio y ha participado en mesas redondas para hablar de la situación de las mujeres migrantes.“Era un aliciente para conocer a otras personas, gente de mi edad y poder compartir las mismas tristezas o las mismas alegrías».

En su iglesia creó el programa de radio Manantiales para hablar del evangelio y de la fe. El equipo estaba compuesto por una ecuatoriana, una paraguaya y un boliviano. Haciendo radio se sintió doblemente realizada, se unían dos cosas: servir al Señor y hacer entrevistas.

Diseño: T. Morales Orozco

Estudió periodismo radiofónico –que es donde la conocí- para aplicar los conocimientos a su programa. Su meta es seguir actualizándose y considera que l@s latin@s tenemos una actitud de querer alcanzar algo más. Ahora quiere estudiar idiomas y viajar por Europa.

Y le pregunto, ¿pensás volver? «Si hay mejoras sociales y económicas en Perú, regresaría para quedarme con mi gente, mi comida», apunta. Pero también reconoce que una parte de su vida se quedaría aquí.

Ha sido difícil para Edith pero como bien dice ella «nunca es tarde para estudiar, nunca es tarde para superarse, nunca es tarde para alcanzar las metas». Todo en la vida no es blanco o negro sino más bien todo se supera de alguna manera. Siempre hay una luz al final del túnel.